EUMEO

*

16.

ESCENA                                       El Refugio

HORA                                          Madrugada

ÓRGANO                                        Nervios

ARTE                                          Navegación

SÍMBOLO                                                 Marineros

TÉCNICA                                Narrativa (vieja)

“Antes que nada Mr. Bloom le sacudió a Stephen el grueso de la viruta y le alcanzó el sombrero y el bastón y lo alentó en general de un ortodoxo modo samaritano, cosa que buena falta le hacía. Su discernimiento (el de Stephen) no era lo que se llamaría errático pero sí algo inestable, y ante su manifiesto deseo de algo para beber Mr. Bloom, en vista de la hora y al no haber bombas de agua de Vartry disponibles para sus abluciones, y mucho menos para consumo interno, tuvo la ocurrencia de sugerir, precipitadamente, lo adecuado que sería el refugio de los cocheros, como se lo llamaba, ubicado poco menos que a tiro de catapulta en las cercanías del puente Butt, donde tal vez podrían conseguir algo potable como una leche con soda o un agua mineral. Pero el quid de la cuestión era cómo llegar hasta allí.”

Ahora es pasada la medianoche y no se encuentra ningún vehículo. Mr. Bloom, indignado ante la manera en que los compañeros de Stephen lo habían abandonado, resuelve interpretar el “ortodoxo samaritano” hasta el final. Mientras caminan lentamente, aprovecha la ocasión y lo taciturno de su compañero para pronunciar una verbosa homilía sobre los peligros de la ciudad nocturna y la aparición providencial de Corny Kelleher, sin la cual Stephen podría haber terminado la noche en el calabozo.

“Uno malgastaba el tiempo, dijo con mucha cordura, y la salud y también la reputación, sin contar lo que produce la manía de despilfarrar el dinero con mujeres disolutas del demimonde que por si fuera poco se hacían sus buenos montones de £.s.d. y el mayor de los peligros era con quién emborracharse, aunque ya que estamos tocando el tema tan discutido de los estimulantes, él apreciaba una copa de buen vino porque era a la vez nutritivo y enriquecedor de la sangre y estimulaba el apetito (particularmente un buen borgoña del que era fiel partidario) aunque nunca más allá de cierto punto donde invariablemente trazaba la raya ya que sencillamente llevaba a meterse en líos por no decir que uno quedaba prácticamente a merced de los demás.”

En su camino hacia el refugio pasan por la garita de un centinela municipal  a quien Stephen reconoce con esfuerzo como un tal Gumley, “un examigo de su padre”, ahora en desgracia. Ahora una “figura de mediana estatura”, merodeando en la oscuridad, saluda a Stephen, y Mr. Bloom, viendo a Stephen detenerse para hablar con el oscuro desconocido, tiene un momento de ansiedad. “Aunque inusual en el área de Dublín, él sabía que no era para nada imposible que desesperados que no tenían prácticamente nada de qué vivir anduvieran acechando y aterrorizando peatones pacíficos poniéndoles una pistola en la cabeza en algún lugar aislado fuera del centro de la ciudad.” El ave nocturna resulta ser “Lord” John Corley, cuya

“genealogía podía establecerse más o menos de la siguiente manera. Era el hijo mayor del inspector Corley de la división G, recientemente fallecido, quien se había casado con una tal Katherine Brophy, hija de un granjero de Louth. Su abuelo, Patrick Michael Corley, de New Ross, se había casado con la viuda de un tabernero cuyo nombre de soltera resultó ser Katherine (también) Talbot. Los rumores sugerían, aunque sin pruebas, que descendía de la casa de los señores Talbot de Malahide, en cuya mansión, una verdadera residencia de clase alta y muy digna de verse, su madre o su tía o una pariente había gozado de la distinción de servir en el fregadero de la cocina. Esa era la razón por la que el hombre relativamente joven aunque disoluto que ahora se dirigía a Stephen era conocido por algunos bromistas vocacionales como Lord John Corley.”

Esta apariencia de Corley se describió en el cuento de “Dos galanes” (Dublineses). “Su cabeza era grande, globular y aceitosa; transpiraba con todos los climas; y su gran sombrero redondo, asentado en ella de costado, se veía como un bulbo crecido de otro. Siempre que había un trabajo disponible había algún amigo que le pasaba el dato. De acuerdo con su costumbre, le pregunta a Stephen “dónde en esta tierra de Dios podía encontrar algo, cualquier cosa para hacer.”. Stephen le responde que mañana o pasado iba a haber un trabajo en la escuela de Mr. Garret Deasy en Dalkey. Corley le recita un cuento triste. “Aunque ese tipo de historia sucediera todas las noches o casi todas Stephen se dejó llevar por sus sentimientos aun a sabiendas de que el flamante galimatías de Corley, a la par de otros, no merecía demasiada credibilidad.” Se palpa los bolsillos buscando algo de dinero y saca lo que supone que son peniques. Corley le señala lealmente –el toque de Talbot de Malahide– a Stephen su error, pero de lo ofrecido le acepta una media corona. Stephen vuelve con Bloom que ha estado dando vueltas a la distancia y este continúa su consideración sobre el problema de dónde va a dormir Stephen, ahora que sus amigos lo han “abandonado”.

Luego de pasar por un carro de helados donde unos italianos intercambian insultos obscenos entran por fin al refugio de los cocheros, a cargo, según se decía, de Fitzharris el “Invencible”, popularmente conocido como Skin-the-Goat.[1] La compañía consiste en cocheros o estibadores y “un borrachín barbarroja con una mota de pelo cano, probablemente un marinero”.[2] Después de ordenar una taza de café y un bollo para Stephen, Mr. Bloom pronuncia un discurso sobre la belleza de la lengua italiana (Bella Poetria! Es tan melodiosa y plena. Belladonna voglio”), cuya correcta pronunciación es una de sus preocupaciones, sin duda porque el repertorio de “Madame Marion Tweedy” está parcialmente tomado de la ópera italiana. Stephen observa que los sonidos son imposturas; los italianos solo estaban discutiendo por dinero.

El marinero rojizo, al enterarse de que el apellido de Stephen es Dedalus, comenta que conoció al padre de Stephen.

“–Es irlandés –afirmó el marinero, con aire de bravucón y asintiendo con la cabeza–. Un verdadero irlandés.

“–Demasiado irlandés –agregó Stephen.”

El marinero explica que “cosa de diez años atrás” (una memoria troyana) vio a Dedalus acertarle a dos huevos puestos sobre dos botellas, tirando con la zurda y por encima del hombro, en Estocolmo, en el Hengler’s Royal Circus. “Curiosa coincidencia”, Mr. Bloom le dice discretamente a su joven escolta.

Alentado por Skin-the-Goat, el marinero, luego de pedir y conseguir de uno de los navegantes un poco de tabaco, se despacha con una serie de cuentos disparatados.

“He visto a un cocodrilo morder el brazo de un ancla como yo masco este tarugo.

“Se sacó de la boca el pulposo amasijo de tabaco y, alojándolo entre los dientes, mordió con ferocidad:

“–¡Craaaam! Así. Y he visto comehombres en Perú que comen cadáveres y los hígados de los caballos. Miren acá. Acá están. Me la mandó un amigo.

“Extrajo una tarjeta postal del bolsillo interno del abrigo, que parecía ser una especie de depósito, y la empujó a lo largo de la mesa. Tenía un texto impreso que decía: Choza de Indios. Beni, Bolivia.

“Todos enfocaron su atención en la escena exhibida, un grupo de mujeres salvajes con taparrabos rayados, en cuclillas, parpadeando, amamantando, frunciendo el ceño, dormitando en medio de un enjambre de chiquilines (debía haber una buena veintena) a la entrada de unas chozas primitivas fabricadas con mimbre.

“–Mascan coca todo el día –agregó el comunicativo tarpolín–. Tienen el estómago como un rallapán. Se cortan las tetas cuando no pueden tener más hijos. Mírenlos ahí con las bolas al aire comiéndose el hígado crudo de un caballo muerto.”

“–¿Saben cómo se los mantiene alejados? –preguntó afablemente. Como nadie arriesgó una solución, guiñó un ojo, diciendo:

“–El vidrio. Eso los fascina. El vidrio.

“Mr. Bloom, sin mostrar sorpresa ni hacer ostentación, dio vuelta la tarjeta para examinar detenidamente la dirección y el matasellos parcialmente borrados. Decía así: Tarjeta Postal. Señor A. Boudin, Galería Becche, Santiago, Chile. Era evidente que no había mensaje alguno, de lo que tomó nota de manera particular. Por más que no creyera ciegamente en la espeluznante historia (ni en el episodio del tiro al huevo a pesar de Guillermo Tell y del incidente Lazarillo-Don César de Bazán descrito en Maritana en cuya ocasión la bala del primero atravesó el sombrero del segundo) habiendo detectado una discrepancia entre su nombre (asumiendo que se tratara de la persona que decía ser y que no estuviera navegando bajo colores falsos después de haber cambiado violentamente de rumbo en el más estricto silencio en alguna parte), y el destinatario ficticio de la misiva que le hizo alimentar alguna sospecha sobre la bona fides de nuestro amigo sin embargo le recordó en cierta forma un plan largamente acariciado que tenía pensado realizar algún día un miércoles o un sábado de viajar a Londres por la larga vía marina por no decir que alguna vez hubiera hecho viajes largos pero en el fondo era un aventurero nato aun cuando por una ironía del destino había sido siempre un marinero de agua dulce a menos que considerara su viaje a Holyhead el más largo que había hecho.”

Nuestro forzosamente sedentario Ulises ahora vira en imaginarios viajes circulares y, volviendo como de costumbre a los pensamientos de su Penélope, considera las posibilidades de organizar una extensa gira de conciertos para ella con un elenco de “estrellas irlandesas.” Repasa los “deliciosos rincones” de Irlanda –Poulaphouca (la catarata circeana).

“Wicklow, con razón denominado el jardín de Irlanda, un vecindario ideal para ciclistas maduros siempre y cuando no diluviara, y en las regiones silvestres de Donegal donde, si los informes son veraces, el coup d’oeil era desmesuradamente grandioso, aunque esta última localidad no fuera fácilmente accesible … así que el flujo de visitantes no era todavía lo que podía ser considerando los excelentes beneficios que esto les proporcionaría, mientras Howth con sus asociaciones históricas y de las otras[3], Silken Thomas, Grace O’Malley, Jorge IV, los rododendros a varios centenares de metros sobre el nivel del mar era el destino preferido de toda clase de gente, especialmente en primavera cuando los jóvenes fantasean, aunque tenía su propio tributo de muertes por caídas accidentales o voluntarias desde los acantilados, a menudo, dicho sea de paso, producidas por arrebatos del momento.”

Mientras tanto el viejo marinero continúa hilando sus historias; los chinos “te cocinan sopa de ratas”, dice; tienen unas “pequeñas píldoras como de masilla” que se abren en agua y cada píldora era algo diferente, un barco, una casa, una flor. 

“–Y he visto a un hombre en Trieste asesinado por un italiano. Un cuchillo en su espalda. Un cuchillo como este.

“Mientras hablaba sacó una navaja de aspecto amenazante, bien a tono con su mismo aspecto, y lo sostuvo en actitud amenazante.

“–Ocurrió en un burdel, por un ajuste de cuentas entre dos contrabandistas. El tipo se esconde detrás de una puerta, lo ataca por atrás. Así. Prepárate para reunirte con tu Dios, le dice. ¡Chac! Se lo enterró en la espalda hasta la empuñadura.”

Mr. Bloom trata de desviar la corriente de reminiscencia marítima hacia Gibraltar y Europa Point, escenas de la juventud de Marion, pero sin éxito.

“Nuestro soi-disant marinero mascó con fuerza un momento, como con hambre, antes de contestar.

“–Estoy harto de todos esos roqueríos en el mar –dijo– y de esos lanchones y esas bañaderas. Tasajo en salmuera todo el tiempo.

“Aparentemente cansado, se calló. Su inquisidor, percibiendo que era improbable que fuera a cambiar demasiado la actitud de tan taimado parroquiano, cayó en una distraída especulación sobre las enormes dimensiones del agua sobre el globo. Bastaba con decir que, como lo revelaba un vistazo sobre el mapa, cubría completamente las tres cuartas partes de este y se dio plena cuenta por lo tanto de lo que significaba gobernar las olas.”

El marinero se abre la camisa “se abrió un poco más la camisa de manera complaciente de modo tal que, por encima del tradicional símbolo de la esperanza y el descanso del marinero, pudieron ver claramente el número 16 y el perfil de un hombre joven, que parecía estar más bien frunciendo el ceño.” Al estirar la piel persuade al hombre del tatuaje (llamado Antonio), de esbozar una especie de sonrisa.

“–Ajá, ajá –suspiró el marinero, mirándose el masculino pecho–. Otro que se nos fue. Y después se lo comieron los tiburones. Ajá, ajá.

“–¿Y a qué se debe el número? –inquirió el vago número dos.

“–¿Comido vivo? –un tercero al marinero preguntó.

“–Ajá, ajá –suspiró nuevamente este último personaje, con más alegría esta vez, con una especie de media sonrisa de corta duración, en dirección a quien le había formulado la pregunta sobre el número–. Era griego.”

Por un momento la prostituta vagabunda, con “cara de hambre”, vista por Mr. Bloom más temprano ese día[4], cuando zarpaba de la isla de las Sirenas, se asoma a la taberna. Mr. Bloom hace un comentario caritativo sobre su infeliz fortuna.

“¡Pobre desgraciada! Desde luego, supongo que en última instancia algún hombre debe ser el causante de su condición. Pero no importa cuál sea la causa…

“Stephen no la había visto y se encogió de hombros, observando simplemente:

“–En este país hay gente que vende mucho más de lo que ella ha vendido en toda su vida y hace un excelente negocio. No temáis a quienes venden el cuerpo pero no tienen poder para compraros el alma. Es mala comerciante. Compra caro y vende barato.”

Mr. Bloom sigue divagando sobre el “mal necesario” que son esas mujeres hasta que, una vez asimilado gradualmente en su conciencia el sentido de la última observación de Stephen, le pregunta directamente si cree en la existencia del alma y  recibe una respuesta característica.

“–Me dicen de buena fuente que es una sustancia simple y por lo tanto incorruptible. Sería inmortal, entiendo, si no fuera por la posibilidad de su aniquilación por su Causa Primera, Quien, por lo que he podido oír, es capaz de agregar ésta a la cantidad de Sus otras bromas de mal gusto, ya que la corruptio per se y corruptio per accidens quedan ambas excluidas por el protocolo de la corte.”

Esta “fineza mística” está un poco alejada de la profundidad sublunar de Mr. Bloom pero se siente obligado a formular una suerte de objeción.

“–¿Simple? Yo no pensaría que ésa es la palabra apropiada. Desde luego, le garantizo, para conceder algo, que uno se cruza con un alma simple cada muerte de obispo. Pero a lo que estoy ansioso por llegar es que una cosa es por ejemplo inventar esos rayos como hiciera Röntgen, o el telescopio como Edison, aunque creo que fue antes de su tiempo, Galileo era la persona que quería decir. Lo mismo se aplica a las leyes, por ejemplo, de un fenómeno natural de gran envergadura como la electricidad pero es un caballo de un pelaje muy diferente decir que uno cree en un Dios sobrenatural.”

Es curioso cómo a lo largo de este episodio estos dos personajes complementarios, unidos por fin en una conversación íntima, hablan sobre cosas distintas. Como diría Mr. Bloom, es un caso de que el Este es el Este y el Oeste es el Oeste. Pero ese es quizás el secreto de la verdadera “comunión”. Ne rien comprendre c’est tout perdonner.

Mr. Bloom pasa a perorar sobre el triste final de Antonio; por extensión, sobre los temperamentos apasionados de los italianos y los españoles en general, y, por intención, sobre los encantos sureños de la hija de Calpe en particular. “Todos se bañan en la sangre del sol.” Todos los moradores del refugio parlotean mientras tanto sobre naufragios, baraterías y esas cosas hasta que Skin-the-Goat, que tiene una reputación para cuidar, les sirve la crambe repetitia  de los simposios irlandeses, una diatriba sobre los sufrimientos de Erín. Mr. Bloom considera su predicción de la inminente caída de Inglaterra como “soberanas papanateces”. “Mientras estuviera pendiente tal consumación por más devotamente deseada que fuera o que no fuera, él era plenamente consciente del hecho de que sus vecinos del otro lado del canal, a menos que fueran mucho más idiotas de lo que él pensaba, antes ocultaban su poderío que lo contrario.” Él consideraba que era “era muy aconsejable tratar de aprovechar en el ínterin lo mejor de ambos países”. El exabrupto de Skin-the-Goat le recuerda su disputa con el Cíclope y le pide opinión a Stephen sobre su amable recordatorio de que, después de todo, el fundador de la religión cristiana era un judío.

“–Ex quibus –murmuró Stephen en un tono anodino, mientras sus dos o cuatro ojos conversaban–. Christus o Bloom, como es su nombre, o, si usted quiere, otro cualquiera, secundum carnem.”

Mr. Bloom se declara partidario de un vago socialismo, describiendo un paraíso terrenal “donde se puede vivir bien si uno trabaja”. “No cuente conmigo,” le dice Stephen. Mr Bloom se apresura a explicar que incluye en su estado ideal a quienes trabajan con el cerebro. El cerebro y el músculo son igualmente importantes.

“–Usted sospecha –replicó Stephen con una especie de semisonrisa– que yo debo ser importante porque pertenezco al faubourg Saint-Patrice denominado Irlanda para abreviar.

“–Yo iría aún más lejos –insinuó Mr. Bloom.

“–Pero yo sospecho –interrumpió Stephen– que Irlanda debe ser importante porque me pertenece a mí.[5]

“–¿Qué es lo que le pertenece? –preguntó Bloom inclinándose un poco, fingiendo estar ante un malentendido–. Discúlpeme. Desafortunadamente no escuché la última parte. ¿Qué fue lo que usted…?

“Stephen, evidentemente malhumorado, repitió e hizo a un lado el jarro de café, o como quiera llamarlo, no muy amablemente, agregando:

“–No podemos cambiar el país. Cambiemos de tema.”

Entretanto la conversación general ha derivado hacia el tópico preferido de tales reuniones cincuenta años atrás –Parnell, el líder perdido y las posibilidades de su “regreso”.

“–Todo indicaba que iban a terminar así –dijo Mr. Bloom.

“–¿Quiénes? –el otro, cuya mano para el caso estaba lastimada, dijo.

“–Una mañana usted abrirá el periódico y leerá: La vuelta de Parnell –afirmó el cochero. Él les apostaba lo que quisieran. Un fusilero de Dublín había estado una noche en ese refugio y dijo que lo había visto en Sudáfrica. Lo que lo mató fue el orgullo. Tendría que haberse fugado o refugiado durante un tiempo después de la Sesión del Comité N° 15 hasta volver a ser el mismo de antes sin que nadie tuviera que señalarlo con el dedo. Entonces todos se habrían arrodillado ante él para suplicarle que regresara cuando recuperase la razón. Muerto no estaba. Sencillamente escondido quién sabe dónde. El ataúd que trajeron estaba lleno de piedras. Se cambió el nombre por De Wet, el general bóer. Cometió el error de pelearse con los curas. Y que patatín y que patatán.”

Mr. Bloom recuerda una ocasión cuando, en un forcejeo, la galera de Parnell terminó en el piso y él (Bloom) se lo devolvió.[6] Parnell le dijo meramente “gracias” pero “en un tono de voz muy diferente de aquel ornamento de la profesión judicial cuyo tocado Bloom también había compuesto más temprano durante el curso del día,[7] la historia repitiéndose a sí misma con una diferencia”. (Las últimas nueve palabras son una alusión inconsciente a la correspondencia Bloom-Ulises.) Mr. Bloom expone sus puntos de vista respecto de la posibilidad y la deseabilidad o a la inversa, del regreso de Parnell. Alude a la mujer que arruinó la carrera de Parnell –“si no me equivoco demasiado, ella también era española”– y aprovecha la oportunidad de mostrarle a Stephen la fotografía de Mrs. Bloom. Ahora divaga metiéndose en una embrollada diatriba a la actitud popular y periodística hacia las complicaciones matrimoniales.

“Una cantidad espantosa de charlatanerías circulaba sobre esa clase de cosas acarreando calumnias vitalicias con artículos escandalosos en los periódicos sobre los viejos embrollos conyugales de siempre alegando adulterio con golfista profesional o con el nuevo favorito del escenario en lugar de ser honestos y tratar esos asuntos con franqueza. Cómo era que estaban predestinados a encontrarse y una relación había surgido entre los dos de modo que sus nombres estuvieron relacionados para el ojo del público fue ventilado en la corte con cartas que contenían las habituales expresiones sensibleras y comprometedoras, sin que hubiera escapatoria, para mostrar que cohabitaban abiertamente dos o tres veces por semana en un conocido hotel de la costa y que las relaciones, cuando la cosa tomó su curso normal, se volvieron en su debido momento íntimas. Después el decreto nisi y la requisitoria del Procurador del Rey para demostrar causa y, al no poder él oponerse, el nisi se convirtió en absoluto. Pero en cuanto a eso, los dos infractores, completamente envueltos como estaban en su recíproca pasión, podían permitirse ignorarlo, como ocurrió en buena medida hasta que el asunto se puso en manos de un procurador que en su debido momento presentó una demanda en representación de la parte ofendida.”

A Mr. Bloom le parecía una verdadera pena que Stephen, con su cerebro, perdiese su “valioso tiempo con libertinas”.

“En lo que concierne al alegre estado de soltería, llegaría el día en que, con la aparición de la señorita Apropiada, tendría una esposa, pero en el ínterin la compañía de las damas era una conditio sine qua non aunque a él le resultaba imposible de creer, sin la menor intención de querer sondear a Stephen sobre Miss Ferguson (quien bien podría haber sido el astro tutelar que lo había atraído hasta Irishtown a tan temprana hora de la mañana), respecto a si él encontraría cierto encanto solazándose en la idea del muchacho que corteja a la muchacha y las visitas bi o trisemanales a esas afectadas damiselas sin un penique de dote con el ortodoxo galope largo preliminar de las lisonjas y las caminatas que llevan por los senderos de los amantes enamorados y las flores y los chocolatines. … Las cosas inesperadas con las que se encontraba súbitamente atraían al hombre de más edad que era varios años mayor que el otro o como su padre.”

Mr. Bloom se entera de que Stephen no ha cenado y su instinto protector como también un sentimiento más sutil del que es apenas consciente lo impelen a invitar a Stephen a Eccles Street para que pase la noche en su casa. Dejan a los cocheros y el marinero que sigan bostezando toda la noche en el refugio y, como Stephen está todavía “un poco flojo de piernas”, Mr. Bloom le ofrece el brazo. Ahora conversan de música; Mr. Bloom habla positivamente de “los hugonotes de Mercadante”, “las Siete últimas palabras en la cruz de Meyerbeer y los “pasajes sublimes” del Stabat Mater de Rossini. “Él tenía un penchant, aunque con un conocimiento apenas superficial, por la severa escuela clásica como Mendelssohn.” Stephen “se extendió en alabanzas de las canciones de Shakespeare, al menos las que eran de ese período”, Dowland, Tomkins y John Bull; y Mr. Bloom preguntó naturalmente “si se trataba de John Bull, la celebridad política de esa calaña”. El episodio termina con el peripatético sueño de Mr. Bloom sobre una brillante carrera musical de su protégé quien  con “una voz de tenor fenomenalmente bella” canta, mientras viajan hacia los bien construidos salones de Penélope, una “suerte retrospectiva de” canción.

Von der Sirenen Listigkeit

Tun die Poeten dichten

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Und alle Schiffe brücken.

 La técnica de Eumeo, el primero de los tres episodios que componen la tercera y última parte de Ulises, que corresponde al panel Nostos (“Regreso”) del tríptico homérico es la Narrativa (vieja). Está como contrapeso al primer episodio de la primera parte (Telémaco) cuya técnica es la Narrativa (joven). Los personajes en Telémaco, con una excepción, son hombres jóvenes; en Eumeo todos excepto Stephen son viejos o maduros. En Telémaco es temprano en la mañana; “la cálida luz del sol jugueteaba sobre el mar”. En su recorrido hacia la taberna de Eumeo Mr. Bloom y Stephen caminan por calles oscuras y desiertas, donde los únicos vestigios de ocupación humana son vagabundos desamparados que surgen a una vida incierta desde pórticos mortecinos, cuevas de oscuridad, y el “carro guadaña” del barrendero. Mr. Bloom está fatigado y sus pensamientos ya no arden con una clara llama rubicunda, o en realidad con ninguna llama en absoluto. Está demasiado exhausto para alcanzar una conclusión lógica a la mayoría de sus puntos finales. Sus fantasías, irresueltas y desatendidas, deambulan internándose en tenebrosos culs-de-sac. El estilo parece estar paralizado por esa suerte de afasia que los alemanes llaman acertadamente Hexenschuss, un efecto residual del veneno de Circe. El monólogo silencioso, completamente desintegrado, se ramifica en la estructura de una narrativa igualmente decrépita, de manera que no solo las meditaciones de Mr. Bloom sino también los pasajes descriptivos quedan nublados por la proyección oscura de la fatiga. Por empezar Stephen tiene poco que decir para él mismo; su recuperación del enfer artificiel de Circe es gradual. Incluso lo poco que dice, a medida que los vapores del alcohol se disipan lentamente, le resulta casi ininteligible a Mr. Bloom, quien es incapaz de seguir los vuelos dedalianos de la fantasía.

El refugio de los cocheros atendido por Skin-the-Goat corresponde a la granja del porquero Eumeo a la que Odiseo llegó, disfrazado de mendigo, en su regreso a Ítaca. Esta taberna estaba situada cerca de los muelles y frecuentada por una mezcla de población europea y asiática, escenario adecuado para el comienzo de una intimidad (hasta donde la intimidad fuera posible) entre Stephen y Mr. Bloom. La historia falsa contada por Odiseo a Eumeo –el galimatías sobre su linaje cretense, sus viajes por Libia y Duliquio, su expedición a Egipto– encuentra un vocero en el marino Munchausen, un pseudangelos odisiano navegando bajo colores falsos, que divierte a los cocheros boquiabiertos con sus inventos.

Una de las personas que acompañaba a Telémaco a la choza de Eumeo donde, a su regreso desde Pilos se encontró con su padre y juntos consiguieron la destrucción de los pretendientes, era el vidente Teoclímeno (a quien ya me he referido en mis notas del episodio Hades). En Eumeo hay un pasaje de unas cincuenta y tantas líneas, emparentadas con eso donde el “hombre misterioso”, M’Intosh, aparecía, con el mismo aire irrelevante de una interpolación homérica. Este pasaje describe el breve encuentro de Stephen con “Lord” John Corley, quien aparece y vuelve desde la oscuridad, indeseado, insignificante. “Lord” Corley no tiene relevancia para la narrativa, y uno puede figurarse a un marciano escoliasta del Ulises sugiriendo dentro de tres mil años que este incidente fue interpolado por un editor obsequioso para inmortalizar el apellido de los Corley de Malahide. Como en los textos homéricos una interpolación se pone entre dos líneas más o menos idénticas, así el monólogo de Mr. Bloom recomienza acá, cuando Stephen ha dejado a Corley, en  el punto donde se interrumpió, es decir con el “abandono” de sus compañeros de juerga una vez que lograron emborracharse a expensas suyas. Corley, como Teoclímeno, venía de una buena familia, como lo sugiere su genealogía, aunque no sin una cierta gaucherie, por así decirlo; esa “zurdera”, por las razones que siguen, es un rasgo característico del episodio Eumeo. De una manera indirecta bastante similar el árbol familiar de Teoclímeno se encuentra en el Libro XV de la Odisea.

El tema principal de este episodio es el regreso al hogar del viajero después de una larga ausencia en el mar, un tema épico favorito, como el del hijo que vaga por el mundo en busca de su padre,[8] con el cual (como aquí) está naturalmente aliado. Al final del episodio Proteo Stephen veía “Moviéndose en el aire los tres mástiles altos de una goleta, las velas enrolladas en la arboladura, de regreso a casa, contracorriente, moviéndose silenciosamente, un barco silencioso”, y, dos horas más tarde, el esquife ligero, el desperdicio hecho un bollo, Elías, de Mr. Bloom navegaba hacia el este bordeando la goleta de tres mástiles Rosevean procedente de Bridgwater con una carga de ladrillos. Era esta misma barca que llevaba al soi-disant errante viajero fatigado por la olas W. B. Murphy, A. B. S.[9], y Pseudangelos, a su costa natal.

“–Correcto –dijo el marinero–. Fort Camden y Fort Carlisle. De allí vengo. Mi mujercita está ahí. Me está esperando… mi verdadera esposa a la que no veo desde hace siete años, navegando por ahí.

“Mr. Bloom pudo anticipar lo que seguiría en la escena, la llegada del marinero al hogar al costado del camino, después de haber embaucado a Davy Jones, una noche lluviosa y sin luna.[10] Cruzando el mundo por una esposa. Un buen número de historias al respecto, temas de Alice Ben Bolt, Enoch Arden y Rip van Winkle y alguien por aquí se acuerda de Caoc O’Leary, el fragmento preferido y para nada fácil de recitar del pobre John Casey, dicho sea de paso, un poemita perfecto a su modesta manera. Nunca sobre la esposa fugitiva que regresa, por muy devota que fuera del ausente. ¡La cara pegada a la ventana! Pensar en su estupefacción cuando finalmente corta la cinta con el pecho y comienza a amanecer en él la horrible verdad sobre su mejor mitad, náufrago en sus afectos. Ya no me esperabas pero he vuelto para quedarme y empezar de nuevo. Allí está sentada, como una viuda blanca, frente a la mismísima chimenea. Me cree muerto. Meciéndome en la cuna de las profundidades. Y allí se sienta el tío Chubb o Tomkin, o como se llame, el tabernero del Crown and Anchor, en mangas de camisa, comiendo bifes con cebolla. No hay silla para papá. ¡Buouuuu! ¡El viento! Su último pequeñín está sobre sus rodillas, criatura post mortem. ¡Al paso, al paso, al trote, al trote, al galope, al galope! Rendirse ante la evidencia. Sonreír y aguantar. Con todo cariño, tu marido con el corazón destrozado, W.B. Murphy.”

El motif del “holandés errante”, introducido por primera vez en el episodio Proteo, reaparece en Eumeo.

“En fin, volviendo al amigo Simbad y sus horripilantes aventuras (que le recordaba un tanto a Ludwig, alias Ledwidge, cuando estaba en la cartelera del Gaiety actuando en El holandés errante, por la época en que Michael Gunn era gerente del teatro, un éxito estupendo, y sus admiradores, que llegaban como rebaños, se apiñaban para escucharlo aunque los barcos de cualquier tipo, fantasmas o no, vistos en el escenario parecían un tanto chatos, como sucedía también con los trenes), no había nada intrínsecamente incompatible al respecto, concedió.”

La marca del tatuaje en el pecho del marinero, el número 16[11] junto a la cara de Antonio –“era griego”[12]– se puede asociar históricamente con la “vuelta a casa” de un pretendiente, ya que las marcas de tatuaje han jugado una parte importante en la solución de problemas de identidad como en el caso Tichborne. Así lord Bellew, un condiscípulo de Roger Tichborne, atestiguó que había visto tatuado en el brazo de este último una cruz, un corazón y un ancla y había agregado, en tinta china, las letras R.C.T.  la ausencia de tales marcas de tatuaje fue una prueba concluyente de la falsedad del reclamo presentado por el pretendiente australiano de regreso en casa. Mr. Bloom, durante su enmarañado monólogo, alude directamente al caso Tichborne.

“Así y todo, en cuanto al regreso, hubiera sido un perro afortunado si no le echaban los galgos poco después de desembarcar. Y después seguía todo ese tironeo, Tom a favor y Dick y Harry en contra. Pero entonces, para empezar, uno se encontraba con el tipo que tenía la posesión y debía presentar las credenciales, como el litigante en el caso Tichborne, Roger Charles Tichborne; Bella era el nombre del barco, según podía recordar, en el que él, el heredero, se fue a pique, como lo demostraba la evidencia, y había también un tatuaje en tinta china, Lord Bellew, ¿era así? Como fácilmente podía haberse enterado de los detalles por algún compañero de a bordo, y después, concordando con la descripción establecida, presentarse con un Discúlpeme, mi nombre es Fulano de Tal o algún comentario trillado por el estilo. Lo más sensato, dijo Mr. Bloom a alguien poco efusivo sentado a su lado, y bastante parecido además al distinguido personaje que estaba en la picota, hubiera sido tantear primero el terreno.”

El “concordando con la descripción” de Mr. Bloom puede contener una alusión a otro famoso impostor, Vidocq, quien con más suerte que el demandante Tichborne, personificando a un Auguste Duval, tras “haberse enterado de los detalles” por un marinero que había conocido al verdadero Duval, que había muerto dos años antes en St. Pierre de Martinique. Este Duval tenía tatuajes en el brazo izquierdo, un altar con una guirnalda encima, y el amigo del impostor reprodujo de manera satisfactoria estas marcas de identificación en el brazo de Vidocq. El pseudo Duval fue rápida y positivamente “reconocido” por la familia Duval. De allí que incluso los tatuajes pueden, como los sonidos, ser “imposturas”.

Las reflexiones de Mr. Bloom sobre la recepción que tendría Parnell si, como muchos suponían, no estuviera realmente muerto y regresara a Irlanda, son una extensión del tema de “Rip van Winkle”, [13] que recurre con frecuencia en sus pensamientos y conversación, [14]junto con otras leyendas de un regreso a la “caparazón” doméstica, “barraca” o “celda de carne”, [15] tras una larga ausencia en una tierra lejana, o en otro planeta.

Mr. Bloom también es un judío errante, un exiliado, aunque deseoso a medias de  repatriarse, y el prospecto de Agendath Netaim que tomó en lo de su compatriota, la carnicería, a la mañana temprano significaba más para él que una mera invitación a interesarse comercialmente en “naranjales e inmensos melonares al norte de Jaffa”. Pero su sentido común le dice que las delicias de un regreso semejante, sea suyo o de Parnell o de Enoch Arden, sean posiblemente un mero espejismo, un sueño vano.[16]

“Mirando ahora hacia atrás, en una suerte de arreglo retrospectivo, todo eso parecía una especie de sueño. Y volver era lo peor que se podía hacer porque iba de suyo que uno se sentiría desubicado porque las cosas siempre cambiaban con los tiempos. Y qué, reflexionó, Irishtown Strand, un barrio que no había visitado durante varios años, se veía en cierto modo diferente desde que, como resultó ser, se había ido a vivir al lado norte.”

En síntesis, decide Mr. Bloom, el regreso de Parnell desde el “olvido completo” sería “altamente desaconsejable”. Seguro que “le echaban los galgos”; Parnell se había cocinado su pavo de la boda. Una relación por izquierda con una mujer casada o divorciada podría ser apenas tolerada en los círculos clericales católicos, pero un casamiento subsecuente con ella ponía al pecador fuera del límite.

Le scandale du  monde est ce qui fait l’offense,

Et ce n’est pas pécher que pécher en silence[17]

Mr. Bloom enfrenta los hechos y tiene poco de la aversión de Stephen por su lógica. Ha llegado a esa edad en que se aprecia el valor de las convenciones, e incluso de la censura, para la supervivencia. (“¿Dónde – se preguntaría la vieja sabiduría, un Néstor en su sano juicio– estaría el genio sin la Tía Sally Puritana[18], el epicúreo sin su fruit défendu?”) Un pequeño margen de tanto en tanto, si se quiere: sub rosa, nada de lo que haya que hablar. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda.

En Eumeo hay alusiones frecuentes al lado izquierdo; por ejemplo el origen por izquierda[19] de Corley, el tiro de zurda de Mr. Dedalus, el hecho de que las personas que caen desde los acantilados de Howth a menudo aterrizan sobre la pierna izquierda[20]. Tales referencias refuerzan el tema del mensajero mentiroso que navega bajo colores falsos. Mr. Bloom, refiriéndose al modo que tiene Buck Mulligan de “desacreditar” a Stephen en su ausencia, señala que esa costumbre arrojaba “una luz negativa sobre ese lado sin luz del carácter de una persona, con perdón del juego de palabras”. Cuando Stephen y su pseudo padre salen juntos del refugio de los cocheros, el último “pasó su brazo izquierdo enlazando el derecho de Stephen”, en un gesto inusual y simbólico.

Todo hombre, como la luna, tiene un lado oculto, cada familia una curva siniestra, por muy disfrazada de derecha que esté, y la nostalgia puede, como el amor matris,[21] tener un significado bilateral: la pena de la ausencia y la pena del regreso. Un Nostos siempre debe terminar siendo, en alguna medida, una desilusión, una bendición siniestra en su infeliz inoportunidad; es en la falta de conciencia, cuando anda por las nubes o va camino a Citera, que el hombre encuentra la energía de la felicidad.

“Todo el clímax de Ulises”, ha escrito Mr. Cyril Connolly,[22] “es un solo momento de intimidad, cuando Bloom, el personaje cómico, rescata a Stephen en una pelea de borrachos. Bloom tenía un hijo que se le murió, Stephen un padre que vive; pero por este instante de paternidad espiritual, todo el ardor de ese estío urbano, todos los mesembrinos[23] recorridos de pubs de Bloom y Stephen, los gusanos y las escamas y las serpientes encuentran su lugar.”[24]

“Aunque no coincidieran en todo,” reflexiona Mr. Bloom, “había cierta analogía, como si ambos estuvieran viajando, por así decirlo, en el mismo tren de pensamiento.” (Esta intimidad transitoria “en el mismo tren de pensamiento” fue humorísticamente prefigurada en el viaje de Mr. Bloom desde la estación de Westland Row. “Buena mezcolanza. … Luego pasarse a primera clase con boleto de tercera. … Después demasiado lejos. … ¿Para qué lo estoy siguiendo?”)

El regreso final, después de “la mayor elipse posible”, la octava, es una consonancia vacía; el interés reside en las modulaciones, el esfuerzo hacia ese objetivo. Después del remolino circeano de luces cambiantes, la prosa oscura y dubitativa de Eumeo llega como un anticlímax; las escamas de la serpiente están de nuevo en su sitio y ya no destellan.


[1] Los “Invencibles” fueron la pandilla que un 6 de mayo de 1882 asesinaron, a la luz del día, al secretario en jefe, Lord Frederick Cavendish, y a un subsecretario, Mr. Thomas Burke, en Phoenix Park. Los asesinos fueron detectados y colgados; otros Invencibles fueron condenados a trabajos forzados. Los asesinatos de Phoenix Park se mencionan en el episodio Eolo.

[2] Todas estas personas, como se verá, tienen que ver con la navegación, urbana o marítima. El “Arte” de este episodio es la Navegación.

[3] Ver páginas 340 , 585.

[4] Página 291.

[5] Ver el comentario de Stephen a los soldados borrachos: “Usted muere por su país, supongo. … Pero yo digo: que mi país muera por mí.” Así Plotino, cuando le pidieron que asistiera  a la adoración de los dioses, respondió con arrogancia: “Son ellos (los espíritus) que deben venir a mí.” (Isis sin velo, I, 489.)

[6] Ver la primera línea de este episodio: “Antes que nada Mr. Bloom  …  le alcanzó (a Stephen) el sombrero y el bastón.” El rapprochement, por supuesto, es deliberado.

[7] Ver el episodio Hades, página 124.

[8] Así en su Untersuchungen über die Sagen vom Tod des Odysseus, un tratado rico en indicaciones para quienes desean estudiar, más allá del alcance de este comentario, el tratamiento joyceano de la leyenda de Odiseo, el autor (Albert Hartmann) señala: “Diese Untersuchung hat gezeigt, wie man das Motiv vom Sohn, der den fernen Vater sucht, im Lauf der Zeit durch alle Möglichkeiten hindurchvariiert hat. Das ein Sohn nach dem fernen Vater in die Welt auszieht, ist bei Irrfahrtsagen eine denkbar naheliegende und einfache Erfindung; die verschiedenen Moglichkeiten des Ausgangs sich auszudenken, erfordert nicht viel mehr Erfindungsgabe.” NdT: Gilbert no traduce; el traductor de Google dice: “Este estudio ha demostrado cómo el motivo del hijo que busca al padre lejano ha variado a lo largo del tiempo en todos los sentidos posibles. El hecho de que un hijo parta al mundo siguiendo a su padre lejano es una invención muy obvia y simple en las leyendas errantes; encontrar los distintos resultados posibles no requiere mucho más ingenio.”

[9] NdT: Able-Bodied Seaman – (Marinero Apto).

[10] Comparemos la historia del Odiseo Pseudangelos en el decimocuarto libro de la Odisea. “Allí me detuve siete años y junté muchas riquezas entre los egipcios, pues todos me daban alguna cosa. … Cuando hubimos dejado Creta y ya no se divisaba tierra alguna sino tan solamente el cielo y el mar, Zeus colocó por cima de la cóncava embarcación una parda nube, debajo de la cual se oscureció el ponto.” Odiseo pasa a relatar  cómo, cuando la nave se estremeció con un rayo de Zeus, la tripulación cayó por la borda “y un dios les privó de la vuelta a la patria”, después de nueve días de peligro a merced de los “perniciosos vientos” el único que se salvó fue él, aferrándose al “mástil larguísimo de la nave de azulada proa”.

[11] “Blasio vio en Nápoles a una prostituta que tenía sobre el vientre a una mujer desnuda, en cuyo seno se leían los dos números 6 y 16 que, en el argot napolitano, significan dos formas de coito; debajo estaba escrito el nombre de la mujer, a lado del amante que había dibujado el tatuaje.” Les tatouaaes, Collection de Psycologie Populaire de Dr. Jaf.

[12] Para un uso similar de la palabra “griego”, comparemos el comentario de Mulligan sobre Mr. Bloom, a quien vio considerando, a posteriori, las estatuas del Museo: “Oh, me temo que es más griego que los griegos. … Venus Calipigia.” (Página 205).

[13] M. Marcel Brion en un interesante ensayo (en Nuestra Exagminación ronda su factificación para la encaminación de Obra en Curso) sobre el factor tiempo en la obra de Joyce (al  que compara con el de Proust), observa que Joyce se ha “colado por las restricciones demasiado estrechas del tiempo y el espacio”. “Ciertos pensadores se han preguntado a veces si la diferencia esencial entre el hombre y Dios no era una diferencia de tiempo. … nosotros medimos el tiempo pero no sabemos lo que es. A menudo encontramos en la literatura mística la historia del monje o el poeta que se ha quedado dormido en el bosque. Cuando despierta ya no reconoce ni a los hombres ni el paisaje. Su meditación o sueño, que a él le ha parecido muy breve, ha durado en realidad cientos de años. Pero desde el momento  en que ha sido arrancado a la tiranía del tiempo ha tenido una visión de los misteriosos aspectos de la infinitud, se ha acercado a las leyes del Cosmos, el trono de Dios.” La Estructura de Ulises (aunque en menor medida que Finnegans Wake) indica que Joyce aspiraba a sobrepasar la categoría del tiempo y ver un universo simultáneo –a tener por así decirlo, una visión del cosmos con ojo de Dios.

[14] Esta alusión se sugiere también en el drama de Hauptmann Der Bogen des Odysseus (Acto III.  El interior de la choza de Eumeo).

“Odysseus In                                                         In eines Räuberschiffes

Bauch lebt’ich fürchterliche Jahre, bis

Ich alt und krank ward, und die Ruderknechte

Mich ganz Enträfteten aussetzten. Schlafend

Schleppten sie mich hierher an euren Strand

Dies war ein wunderlicher Schlaf, o Greis

Und ein Erwachen wie au tausend Toden.

LAERTES. Du sprichst nicht übel. Doch, wie meinst due das?

ODYSSEUS. Ichplappre nur so gradaus, was mir einfällt,

Und weissmicht was, und kann mich nicht erinnern.”

NdT: como Gilbert no traduce, Google Translator dice:

““Odiseo en un barco pirata

Vientre, viví años terribles hasta

Envejecí y enfermé, y también los remeros.

Exponerme a una privación total. Dormido

Me arrastraron aquí a tu playa

Este fue un sueño extraño, viejo.

Y un despertar como mil muertes.

LAERTES. No hablas mal. ¿Pero qué quieres decir?

ODISEO. Sólo estoy balbuceando lo que se me viene a la mente.

Y no sé qué y no lo recuerdo”.

La referencia más temprana a este tema en Ulises ocurre en el episodio Calipso. “Un aceite frío se deslizaba por sus venas, helándole la sangre: la edad lo encostraba con una capa de sal.” Otro está en Nausica, donde Mr. Bloom se compara (en esta conexión es importante la alusión al “cíclico” regreso de la metempsicosis) con un “caballo de circo caminando en círculos. Jugamos a Rip van Winkle. Rip: desgarro en el sobretodo de Henny Doyle. Van: la furgoneta de panadero. Winkle: vinca pervinca y berberechos. Luego interpreté a Rip van Winkle regresando. Ella se apoyó contra la mesada mirando. Ojos moriscos. Veinte años dormido en la Gruta del Sueño. Todo cambiado. Olvidado. Los jóvenes se habían vuelto viejos. El fusil oxidado por el rocío.” El tema reaparece en los episodios Circe e  Ítaca.

[15] Páginas 53, 197.

[16] Incluso el Nostos de Moisés “posibilitado por Dios” fue, como lo señala J. J. O’Molloy (en Eolo), una desilusión –para el mismo Moisés. “Murió sin haber entrado en la tierra prometida.”

[17] NdT: MOLIÈRE, Tartufo (1669): “El escándalo del mundo es lo que ofende; y pecar en silencio no es pecar.”

[18] NdT: Aunt Sally Grundy un personaje imaginario al que se hace referencia proverbialmente como la personificación de la tiranía de la opinión pública sobre lo apropiado de las convenciones.

[19] NdT: ilegítimo.

[20] NdT: “on the left leg”, por un impulso, porque se “levantaron con el pie izquierdo”. Eso dice Gifford, en su nota 16.562.

[21]Amor matris, genitivo subjetivo y objetivo, puede ser lo único cierto en esta vida.” (Página 211.)

[22] Life and Letters. Vol. II, N° 11.

[23] NdT: las horas ardientes alrededor del mediodía.

[24] Mr. Connolly alude a la denuncia de Mr. Forster del Ulises como “una épica de la suciedad y la desilusión … en la que unas mitologías menores enjambran y pululan, como gusanos entre las escamas de una serpiente venenosa”. 

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