Volumen Político

El charlatán

Oh, Señor, corre de mí este copón que me descompongo. Volumen político. Escucho decir y repetir en todos los medios televisivos y veo escrito en los todos periódicos sin distinción de credos este mismo sonsonete que surge de repente proferido por un ministro repuesto en el puesto del que fue despedido en su momento. Sin un mínimo decoro ni rubor, en todos los noticieros se dice lo mismo, como obedeciendo imposiciones de un director omnipotente que hubiese recibido un sobre conteniendo un jugoso importe, porque de otro modo no se entiende. ¿Cómo es posible que todos usen el mismo giro, el mismo sinsentido, repitiéndolo como loros?

De repente todo lo que supo ser un terrible peligro, no lo es. Donde estuvo prohibido reunirse hoy es permitido, eso sí, con protocolos y límites ridículos. El frenesí de decisiones produce vértigo en los ministerios donde es difícil percibir quién es quién. Los nuevos ministros son viejos conocidos entre ellos puesto que en su momento fueron feroces enemigos íntimos pero hoy son todos del mismo equipo. Ellos son los que imprimen el Volumen Político. Los ministros que los precedieron, puestos por el presidente, no lo tuvieron y por eso se perdió. No por otros motivos, por supuesto. Qué foto ni qué ocho tercios. Qué índice de precios ni qué dos séptimos. Qué incremento del número de pobres ni que seis décimos. Qué chino en Olivos ni qué Ginés viscoso. Lo que no hubo fue Volumen Político.

Luego de un impúdico proceso de discusiones y gritos en público el binomio que conduce los destinos criollos coincidió, o mejor dicho uno impuso y el otro cedió, en que un buen número de los ministros fueron unos inútiles y en lo imperioso de poner otros, en principio menos inútiles, en puestos críticos. Los nuevos resuelven embrollos viejos produciendo embrollos nuevos. Por doquier se exponen nuevos proyectos, se profieren discursos prometedores que se supone deben resolver los muchos inconvenientes que sufren quienes no tienen empleo o no poseen dinero suficiente. El tono es el siguiente: muy bien, ¿entonces ustedes quieren dinero? Pues entonces, imprimiremos dinero y listo. El primer cupo lo distribuiremos el 15 de octubre y el segundo el… 16 de noviembre, dependiendo del número de votos obtenidos, por supuesto.

De pronto todo es revolución, ímpetu, vértigo y exhibiciones de poder. Se resuelve construir puentes, tender rieles, erigir monoblocks, extender derechos inverosímiles, resolver crímenes misteriosos, disolver concesiones y no repetir errores que cometidos por otro fuesen delitos. Todo de nuevo. Todo es un recomienzo. Un nuevo impulso en pos de un futuro venturoso. Es decir, todo un despliegue de Volumen Político.

El proceso del Discurso Único, propio de este y de todo Movimiento es grotesco. Ese momento en que un gurú dice: Unifiquemos el Discurso es el momento en que se disuelve en el espíritu del individuo el poder de decidir según su propio criterio, lo que constituye un crimen. Ningún discurso puede ser creíble si debe ser único. Porque eso quiere decir que lo que se dice de un hecho no debe coincidir con el hecho en sí sino con el criterio sobre ese hecho que dispone el Jefe. Y eso es lo que hoy vemos. Disposiciones que no se hubiesen impuesto si se hubiese conseguido un triunfo en los comicios del domingo doce de septiembre, pero como Vox populi es vox Dei, hoy se exhiben como resoluciones de sentido común que contribuyen poniendo, según dicen, Volumen Político. Si es un peligro o no, lo vemos luego.

Si es inteligente o lógico o conveniente concluir con un extenso período de restricciones que de todos modos ni el mismo presidente respetó, solo el tiempo puede decirlo. Lo irónico del punto es que el único objetivo, grosero y evidente de este tipo de disposiciones urgentes es conseguir un triunfo en los comicios de noviembre. ¿Qué puede suceder si pierden? Y si en virtud de un rebrote del virus, como viene sucediendo en todo el mundo, fuese menester de imponer de nuevo restricciones, ¿cómo se supone que el pueblo puede responder? Viendo este tipo de procedimientos en el gobierno y el nivel de los opositores no puedo menos que concluir en que el horizonte es negro.

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