LAS ROCAS ERRANTES

10.

ESCENA                                       Las calles

HORA                                              3 p.m.

ÓRGANO                                        Sangre

ARTE                                            Mecánica

SÍMBOLO                                               Ciudadanos

TÉCNICA                                      Laberinto

La estructura de este episodio es curiosa y única en Ulises. Consiste en dieciocho escenas breves seguidas de una coda describiendo un pasaje virreinal por Dublín. Todas estas escenas tienen lugar en las calles de Dublín entre las tres y las cuatro de la tarde, y su sincronismo está indicado por la inserción en cada fragmento de uno o más extractos de otros fragmentos, que sirven para fijar la correspondencia en el tiempo. En su estructura y su técnica (“laberinto”) este episodio puede verse como un modelo a escala reducida de Ulises como un todo. La primera y más larga de las dieciocho secciones describe las peregrinaciones del padre Conmee, el jesuita rector de Clongowes Wood College, “el rector más decente de todos lo que hubo en Clongowes” (ver Un retrato del artista adolescente). Otras secciones describen los movimientos de Stephen Dedalus, de Mr. Bloom, de un marinero lisiado (que recibe una limosna de Mrs. Bloom), una reunión entre Mr. Dedalus y su hija Dilly, una conversación entre Buck Mulligan y Haines en una confitería, la compra de fruta por parte de Blazes Boylan como regalo para Mrs. Bloom y las deambulaciones de varios personajes menores que reaparecen en el curso de Ulises.

En la segunda sección vemos a Corny Kelleher, el funebrero, descansando en la entrada de su negocio, mordisqueando una brizna de pasto. “Corny Kelleher escupió un silente chorro yerboso haciendo un arco mientras un generoso brazo blanco lanzaba al aire una moneda desde una ventana de Eccles Street.” En la sección siguiente vemos recompensada la patriótica juglaría del marinero lisiado. “La cortina de la ventana se corrió a un costado. Un cartel Departamentos sin amoblar se deslizó del marco de la ventana y cayó. Un desnudo brazo generoso y regordete brilló, fue vislumbrado, adelantándose desde el blanco corpiño y los breteles de la enagua. Una mano de mujer arrojó una moneda por entre las rejas de la entrada.” En la novena sección Lenehan le describe a M’Coy (el esposo de la cantante rival de Mrs. Bloom) una cena anual presidida por el alcalde, Val Dillon, que Mrs. Bloom honró con su presencia.

“–Lo sé –interrumpió M’Coy–. Mi esposa cantó ahí una vez.

“–Ah, ¿sí? –dijo Lenehan.

“El cartel Departamentos sin amoblar reapareció en el marco de la ventana del número 7 de Eccles Street.

“Interrumpió su relato brevemente, pero se largó a reír con ganas.

“–Pero espere que le cuente –dijo– …”

Lenehan sigue contando la historia de su viaje de vuelta a casa “a las mil quinientas de la mañana siguiente a la noche anterior” al lado de Mrs. Bloom, “una flor de yegua, sin dudas”, con Bloom del otro lado del carro dando barquinazos señalando y nombrando “todas las estrellas y cometas” del cielo.

El gesto astronómico de Mrs. Bloom[1] sirve así para fijar exactamente el sincronismo de estas tres secciones.

Este método, usado abruptamente, es capaz de producir un efecto confuso (que esta confusión es deliberada y relevante se verá en el comentario siguiente). Así comienza una sección que describe a la dactilógrafa de Boylan en su trabajo:

“Miss Dunne escondió el ejemplar de La mujer de blanco editado por Capel Street Library en el fondo del cajón y puso una hoja de papel llamativo en el rodillo de la máquina de escribir.

“Demasiado misterio. ¿Está enamorado de ésa, Marion? Cambiarlo y sacar otro de Mary Cecil Haye.

“El disco se deslizó por la ranura, vibró un momento, se detuvo echándoles una mirada afectuosa: seis.

“Miss Dunne repiqueteó en el teclado:

“–16 de junio de 1904.”

(Uno tiene la tentación de asumir que Miss Dunne no es otra que “Martha Clifford”, la dactilógrafa con quien Mr. Bloom, o más bien “Henry Flower” mantiene un flirteo de poste restante. Las alusiones a un “asunto misterioso” y “Marion”, le dan color a esta teoría: pero estas son quizás algunas de las muchas claves falsas desparramadas en este episodio, que, como faros tramposos, se proponen –por razones que daremos luego– desviar de su curso al lector.)

La tercera oración de este extracto es incomprensible hasta que el lector llega a la novena sección, donde se describe un invento de Tom Rochford, del “chaleco de apostador” –un falso giro griego– para indicarles a los parroquianos de un music-hall qué números ya pasaron y cuál se está ejecutando ahora en el escenario.

“–¿Ven? Digamos que es el número seis. Introdúzcalo por aquí dentro, vea. Número en Curso.

“Lo deslizó por la ranura de la izquierda. Se deslizó a lo largo de la ranura, vibró un momento, se detuvo echándoles una mirada afectuosa: seis.”

(Esta descripción de los “discos mirones” quizás deba entretejerse con referencias al ogling minstrel, Eugene Stratton –su afiche es uno de los hitos (seamarks) en este episodio– que podría ser convocado al escenario obedeciéndolas.)  

“La joven hizo una abrupta reverencia y cuidadosamente quitó de su falda clara una brizna de pasto.

“El padre Conmee bendijo gravemente a ambos y dio vuelta una delgada página del breviario. Sin: Principes persecuti sunt me gratis : [2] et a verbis tuis formidavit cor meum.

La cita es del Salmo 119, que, como este episodio, está dividido en breves secciones, cada una encabezada por una letra hebrea. Según los cabalistas la letra Sin o Schin corresponde a todas las sustancias vegetales, cumpliendo cada letra la función de indicar un atributo del Divino Nombre o una cualidad celestial o mundana del universo, como también un número. Aquí, como tan a menudo en Ulises, detrás de la obvia relevancia de una cita, descubrimos una insinuación oculta.

En la octava sección Ned Lambert conduce a un visitante por el antiguo emplazamiento de la cámara del concejo de la abadía de Saint Mary, “el sitio más histórico de Dublín”, donde Silken Thomas se proclamó rebelde en 1534 y donde en un tiempo los judíos tenían su sinagoga (Mr. Bloom se refiere a esto más tarde, en la página 691).

Ned Lambert

“Se detuvo a leer la tarjeta que tenía en la mano.

“–Reverendo Hugh C. Love, Rathcoffey. Domicilio actual: Saint Michael’s, Sallins. Es un muchacho encantador. Me dijo que está escribiendo un libro sobre los Fitzgerald. Sabe mucho de historia, desde luego.

“La joven cuidadosamente quitó de su falda clara una brizna de pasto.

“–Creí que estaba preparando una nueva conspiración de la pólvora –dijo J.J. O’Molloy.”

Mr. Bloom, en el curso de sus recorridas, visita la librería en donde se procura la “curiosa” literatura adorada por su esposa, y, en esta ocasión, le lleva, después de inspeccionar Las horribles revelaciones de María Monk, Obra maestra de Aristóteles (obra conocida por Mrs. Bloom como “Obra maestra de Aristócratas” que contiene espeluznantes ilustraciones del crecimiento embrionario) y Bellas tiranas de James Lovebirch, una deliciosa obra pornográfica (¿norteamericana?), titulada Las dulzuras del pecado. Lee un pasaje de esta novela, que, dado que frases recordadas surgen con frecuencia en su monólogo silencioso, debe ser citado in extenso.

“–Todos los billetes que le dio su esposo los gastó en las tiendas en fastuosos vestidos y ropa interior con puntillas. ¡Para él! ¡Para Raoul! …

“–La boca de ella se pegó a la de él en un lascivo beso voluptuoso mientras sus manos tantearon las curvas opulentas …

“–Llegas tarde –dijo él con voz ronca, echándole una mirada sospechosa. La hermosa mujer se sacó la capa de cibelina, descubriendo sus hombros de reina y su palpitante redondez. Una sonrisa imperceptible jugueteó en sus labios perfectos a medida que se volvía tranquilamente hacia él.”

Al mismo tiempo, quizás, Stephen Dedalus, también, está revisando libros, en el carromato de un vendedor ambulante.

“–Dos peniques cada uno –dijo el vendedor ambulante–. Cuatro por seis peniques.

“Páginas arruinadas. El Apicultor Irlandés. Vida y milagros del curé de Ars. Guía de Bolsillo de Killarney. Podría encontrar aquí alguno de mis premios escolares empeñados. Stephano Dedalo, alumno optimo, palmam ferenti.

“El padre Conmee, habiendo leído sus horas menores, caminó por el caserío de Donnycarney murmurando vísperas.

“La encuadernación se ve demasiado buena, ¿qué es esto? Octavo y noveno libro de Moisés. Secreto de todos los secretos. El sello del Rey David. Páginas manoseadas; leídas y releídas. ¿Quién ha pasado por aquí antes que yo? … Cómo conquistar el amor de una mujer. Para mí éste. Diga tres veces seguidas el siguiente encantamiento con las manos juntas:

“–Se el yilo nebrakada femininum! Amor me solo! Sanktus! Amen.

“¿Quién escribió esto? Encantos e invocaciones del muy bendito abad Peter Salanka revelados a los verdaderos creyentes. Tan buenos como los encantos de cualquier otro abad, como los de Joachim el murmurador. Abajo, pelado, o te esquilamos la lana[3].

“–¿Qué estás haciendo aquí, Stephen?

“Los erguidos hombros de Dilly y su andrajoso vestido.

“Cierra rápido el libro. Que no lo vea.

“–¿Qué estás haciendo? –dijo Stephen.

“Un rostro Estuardo del inigualable Carlos, lánguidos bucles cayendo a los costados. Se le iluminó al agacharse para avivar el fuego con los botines rotos. Le conté sobre París. Perezosa para levantarse de la cama bajo un acolchado de sobretodos viejos, haciendo girar el brazalete de fantasía, regalo de Dan Kelly. Nebrakada femininum.

“–¿Qué llevas ahí? –preguntó Stephen.

“–Lo compré por un penique en el otro carro –dijo Dilly riendo nerviosamente–. ¿Vale la pena?

“Mis ojos dicen que ella tiene. ¿Será así como me ven los demás? Rápida, lejana y audaz. La sombra de mi mente.

“Tomó de sus manos el libro sin tapas. Francés para principiantes, de Chardenal.

“–¿Por qué lo compraste? –preguntó–. ¿Para aprender francés?

“Ella asintió, sonrojándose y frunciendo la boca.

“No demostrar sorpresa. Bien natural.

“–Tómalo –dijo Stephen–. Está bien. Ten cuidado de que Maggy no te lo empeñe. Supongo que todos mis libros ya habrán desaparecido.

“–Algunos –dijo Dilly–. Tuvimos que hacerlo.

“Se ahoga. Remordimiento. Sálvala. Remordimiento. Todos contra nosotros. Me hundirá con ella, ojos y cabellos. Lánguidos rizos de cabellos de algas a mi alrededor, mi corazón, mi alma. Verde muerte salina.

“Nosotros.

“Mordiscón de culpa. De la culpa el mordisco…

“¡Miseria! ¡Miseria!”

La breve referencia a las Rocas errantes en la Odisea está contenida en el consejo amistoso de Circe a Odiseo para su regreso seguro a Ítaca. Después de pasar las Sirenas, le dijo, había caminos alternativos para tomar.

“No he de decirte enteramente qué camino tendrás que tomar, pero considéralo tú mismo, y yo hablaré de ambos caminos. Por una parte hay rocas prominentes, y la gran ola de la Anfitrite de los ojos oscuros truena por siempre contra ellas. Estas, debes saberlo, son las que los dioses benditos llaman las Rocas Errantes. Por estas vías ni las cosas aladas deben pasar jamás, así es, ni siquiera las tímidas palomas que le llevan ambrosía al Padre Zeus, pero la pura roca eternamente se lleva a una de estas, y el Padre manda otra para construir el cuento … solo una nave de todas las que viajan por mar ha pasado por esa vía, incluso Argos … y Hera la envió por el amor de Jasón.”

La ruta alternativa era entre Caribdis y Escila, y este fue el curso elegido por Odiseo. Así, en este episodio, Mr. Bloom supera a su gran precursor, porque acepta una aventura suplementaria que el último declinó.

Solamente en los registros de los argonautas, las hazañas de Jasón en busca del vellocino de oro, se encuentra una descripción de ese peligro de los mares occidentales, las Chocadoras o Las Rocas Errantes. Jasón envió una paloma para que encabezara la ruta, y, eligiendo el momento, esta voló entre las rocas chocadoras y apenas perdió la punta de la cola. Los argonautas siguieron su ejemplo y cruzaron indemnes, salvo algunos daños en la popa del Argos.

La explicación más probable de esta leyenda es la que describe el “deambular” o el chocar de las rocas como una ilusión óptica. A los marineros desviados de su curso por una corriente rápida pero imperceptible, estas rocas proyectadas sobre la superficie del mar les habrían parecido estar cambiando de posición todo el tiempo. Uno puede representarse un archipiélago, un laberinto de rocas semejantes, un mar calmo y una brisa favorable. Nada parecería más sencillo a los remeros, ayudados por un Eolo de un humor amigable, que poner rumbo a medio camino entre los arrecifes. Pero estos parecerían estar moviéndose hacia ellos, estar cerrándose sobre ellos a medida que la corriente llevaba el barco en dirección a los arrecifes. La historia de la paloma que perdió unas plumas de la cola es quizás un recuerdo del posible daño a sufrir en un laberinto de ese tipo –la pérdida del timón, pese a los esfuerzos de los remeros de alejarse de la roca que “se aproxima”.

La descripción homérica de estas rocas, chocándose a intervalos regulares, ceñidas con “tormentas de fuego ruinoso”, está en contraste sorprendente con el tratamiento antropomórfico acordado a otros fenómenos naturales –la dupla de peligros en cierto modo similares personificada por ejemplo por Escila y Caribdis. Aquí tenemos uno de los raros casos donde los griegos parecen haber visto obrando un mecanismo ciego; donde Homero falla en personificar un peligro del mar. El “arte” de este episodio, la mecánica, es por lo tanto una alusión deliberada a este aspecto de la leyenda de las Rocas Errantes. La invención mecánica de Rochford con sus columnas mellizas de discos basculantes ya ha sido mencionada; hay muchas otras referencias a movimientos mecánicos en este episodio. Así Kelleher “hace girar sobre su eje la tapa de un ataúd”, Artifoni “trotó enfundado en sus sólidos pantalones” (parece más bien progresar como uno de los marcianos de H.C. Wells que como un bípedo humano ordinario), hay alusiones a una carrera de bicicletas, a una explosión en el General Slocum (naufragio plus fallas mecánicas), a los relojes “todo el tiempo tictaqueantes de lo de Micky Anderson”.

“El frufrú de las flojas correas de cuero y el zumbido de los dínamos de la usina eléctrica indujeron a Stephen a seguir caminando. Seres sin ser. ¡Alto! Latido siempre afuera de ti y el latido siempre adentro. De tu corazón cantas. Yo entre ellos. ¿Dónde? Entre dos rugientes mundos donde ellos se arremolinan, yo. Destruirlos a los dos. Pero atúrdeme también en la explosión. Destrúyeme, tú que puedes. Verdugo y alcahuete eran las palabras. ¡Oiga! Todavía no. Una mirada alrededor.

“Sí, muy cierto. Muy grande y hermoso y nunca atrasa. Está en lo cierto, señor. Lunes por la mañana. Así fue, realmente.”

Aquí Stephen, temeroso de su propia blasfemia (como más tarde, en Los Bueyes del Sol, por el trueno), se disculpa ante el Creador y ruega por tiempo. Elogia hábilmente la puntualidad mecánica del universo, ese reloj con su tictac eterno, no como el de Micky Anderson, y, para engañar mejor a la omnisciencia, continúa con una fórmula shakespeariana –la pretensión de Hamlet de mantener una conversación inocente (con Rosencrantz) cuando Polonio (ese otro anciano, no diferente de la deidad barbiblanca y sentenciosa venerada por nuestra juventud) aparece, unberufen, en escena.

Hay algo mecánicamente prolijo en el gesto de Haines, hundiendo “con destreza dos terrones de azúcar de punta a través de la crema batida” de su mélange –el rápido tránsito de una lancha a motor a través de un estrecho canal espumoso– y, en la última sección, encontramos al joven Dignam debatiéndose con esa detestable invención moderna, un botón de cuello, que, demasiado pequeño para el ojal, insiste en salirse de la ranura, como la paloma de Jasón zafando de las rocas errantes. En realidad, toda la estructura de este episodio y la manera en que se interconectan las dieciocho partes como un sistema de engranajes o los eslabones de una cadena sinfín, puede describirse como “mecánica”, por toda la humanidad vital de los fragmentos retratados de la vida de Dublín. Aquí vemos, de nuevo, una razón para considerar a este episodio como el microcosmos del universo de Ulises, inspirado por su creador con el aliento de la vida, y sin embargo formado por la mano experta de un artífice, hacedor de laberintos; un laberinto viviente.

Un marinero, a la deriva en el archipiélago de las Rocas Errantes, ese embrollo moviente de ilusiones se encuentra desconcertado, como perdido en un laberinto. En este episodio se ilustran varias formas de espejismo y, a menos que avance con prudencia, el lector puede perder el rumbo. Así leemos que Cashel Boyle O’Connor Fitzmaurice Tisdall Farrell pasa “a las zancadas frente a la vidriera dental de Mr. Bloom”, una afirmación que puede engañar fácilmente al lector a pensar que Mr. Bloom tenía algo que ver con la odontología. Esto sería un error debido a una falsa analogía; Mr. Bloom, el dentista, es una persona bien distinta. Otra roca hundida con la cual el lector debe tener cuidado al abrirse camino a través del estrecho en tirabuzón de este episodio en donde fragmentos de una sección son insertados en otra.

De esta manera, en la sección donde el reverendo Hugh C. Love visita “el sitio más histórico en toda Dublín”, guiado por Ned Lambert, leemos:

“En la luz todavía difusa [Ned Lambert]se paseó tanteando con la regla las bolsas de semillas apiladas y señalando en el suelo los lugares propicios.

Desde una cara larga, una barba y una mirada penetrante se inclinaban sobre un tablero de ajedrez.

“–Le estoy muy agradecido, Mr. Lambert –dijo el clérigo– …”

Un lector que busca hacer coincidir la “cara larga” con una de las personas presentes en el “sitio histórico” perderá el rumbo. La oración “Desde una cara larga, etc.”, está “levantada” de la sección decimosexta, en donde vemos a John Howard Parnell jugando al ajedrez en una confitería.

Equilibrando el peligro de la falsa analogía (como se ilustra en el caso de la “vidriera dental de Mr. Bloom”) está el riesgo de no advertir la identidad de una persona ante la diferencia de título. Así, mientras Gerty MacDowell se refiere al virrey de Irlanda como el “lord teniente”, Mr. Kernan ve a “Su Excelencia”. Long John Fanning, el hacedor de alcaldes de Dublín, irónicamente puntilloso  anuncia el pasaje del “lord teniente general y gobernador general de Irlanda”[4], mientras que dos viejas ignorantes, perplejas, se detienen “para ver con asombro al señor alcalde y a la señora alcaldesa sin su cadena de oro”. El reverendo Hugh C. Love, que no ha logrado salir del laberinto y, como tantos prisioneros de circunstancia, se consuela mirando hacia atrás, camina como en sueños, “acompañado por unos Geraldine[5] altos y bien parecidos”, hacia el Tholsel pasando el Ford of Hurdles, y para él el Virrey es un “diputado de los nobles” de antaño, tenedor de ricas prebendas. El pobre Mr. Breen da un característico faux pas, porque tras salvarse de ser atropellado por los caballos de la escolta, saluda por error al A.D.C.[6]

Los personajes que figuran en este episodio son víctimas de ilusión, y se ilustran muchas formas de error, surgidas de la desatención, la falsa inferencia, la ilusión óptica, el error de identificación, etcétera. El joven Dignam nota el aviso de un match de boxeo y planea “sacárselos a mamá” para ir a verlo. “¿Cuándo es? Mayo 22. Pero esta maravilla ya pasó.” Boody Dedalus, al ver una olla hirviendo en la cocina, espera algo de comer; pero la olla resulta contener camisas; las apariencias la han engañado –una falsa analogía. Mr. Power mira “a la robusta espalda de Long John Fanning ir al encuentro del Long John Fanning del espejo”, pero no es el incauto de las apariencias. Mr. Kernan, por otra parte, cree en sus ojos y resulta, al principio, engañado.

“¿Es Sam, el hermano de Ned Lambert, ese que viene ahí? ¿Eh? Sí. Se parece mucho. No. El reflejo del sol en el parabrisas de ese automóvil. Por un segundo me lo figuré. Más parecido que el diablo.”

Recuerda el entierro de Emmet en Glasnevin. “El cuerpo fue ingresado a través de una puerta secreta en la pared. Dignam está ahí ahora. Muerte súbita. Bueno, bueno. Mejor doblemos aquí. Demos un rodeo.”

En este episodio recurren las ideas de un rodeo o de un cambio de dirección, de un resultado solo parcial (los argonautas pasaron la peligrosas Simplégades con la pérdida de alguna de las partes de la popa de la nave Argos), de pérdida efectiva (naufragio), “perderse justo” algo. Mr. Bloom, por caso, antes de dar con Las dulzuras del pecado, explora otras posibilidades pornográficas. Nosey Flynn, examinando el invento de Rochford, le pregunta cómo funciona exactamente, pero justo nos perdemos la explicación. Dilly Dedalus trata de obtener un florín de su padre pero solo consigue un chelín; su padre la deja abruptamente y se va. Mr. Kernan se apura para ver la cabalgata virreinal. “¡Qué mala suerte! Me lo perdí por un pelo. ¡Maldición! ¡Qué lástima!” los peligros de las veredas de Dublín se nos recuerdan por el gesto de M’Coy que “con suaves empujones de la punta del pie, apartó una cáscara de banana hacia la alcantarilla. Alguien puede darse un golpe tremendo si pasa por aquí en la oscuridad.” El expediente de un cambio completo de dirección, inevitable a veces para alguien desconcertado dentro de un laberinto, se ilustra por los movimientos de Mr. Farrell, quien “llegó hasta las alegres vidrieras de Mr. Lewis Werner, después giró y regresó por Merrion Square, balanceando el bastonparaguardapolvo”.

El grupo de rocas que dio lugar a la leyenda de las Simplégades se sitúa generalmente en el Bósforo, entre las costas europea y asiática. Los dublineses que figuran en cada una de las secciones, deambulando en grupos, cada uno metido en sus propios asuntos o placeres, pueden asimilarse al archipiélago de las Rocas Errantes. Hay un contraste, obviamente intencional, entre la primera sección del episodio, que describe el viaje del padre Conmee a pie y en tranvía desde su parroquia hasta Artane, y la sección final, o coda, que describe una recorrida virreinal desde la Residencia hasta la kermesse del Mirus en beneficio del hospital Mercer, que el virrey va a inaugurar. El virrey representa la orilla europea, las pompas de este mundo, el imperium britannicum; el sacerdote representa la orilla asiática, la rive gauche, la antítesis espiritual de la gloria material. Entre las dos fluye el Liffey, reemplazando al Bósforo; en el laberinto de rocas errantes y movimiento continuo, solo Anna Liffey halla infaliblemente su camino. El padre Conmee siente los tobillos “aguijoneados por los rastrojos de Clongowes”; esta es posiblemente otra fuente de ilusión, porque en realidad va camino a Artane y solo en su imaginación atraviesa los campos de juego de Clongowes Wood College (un lector inglés se dará cuenta de égarement si se figura al rector caminando en las afuera de Londres, sustituyendo, por Conmee, Arnold[7] y, por Clongowes, Rugby). En su imaginación, también, las “campanas de boda que repicaban en la alegre Malahide”. Pero el virrey no puede oír esta música del corazón; sus oídos están ensordecidos por una verdadera banda de “cadetes del regimiento de Highlanders que trompeteaban y tamborileaban” Mi chica es una chica de Yorkshire. Cada uno recibe saludos de aquellos con quienes se cruza en su recorrido: el padre Conmee “bendice seriamente”; Su Excelencia (el difunto lord Dudley) “devolvió puntualmente los saludos”. Cada uno recibe un silencioso espaldarazo de Mr. Eugene Stratton desde una cartelera, que le sonríe “con gruesos labios de negro” al sacerdote, y le da la bienvenida  al virrey con “gruesos labios sonrientes”. No sabemos nada de los pensamientos del virrey, porque su progreso es una mera pompa, pero las reflexiones del padre Conmee son las de un benévolo humanista. Así Eugene Stratton le recuerda los muchos paganos sin bautizar. “Eran millones de almas creadas por Dios a Su imagen y semejanza a quienes no les había sido revelada (D.V.) la fe. Pero eran almas de Dios creadas por Dios. Al padre Conmee le parecía una lástima que todas se perdiesen; un desperdicio, si podía decirse de ese modo.” Ese contraste entre lo material y lo espiritual puede verse con frecuencia en la obra de Joyce. En Finnegans Wake ubica el conflicto en el propio campo eclesiástico, y, en la fábula del El Muxorro y el Desgrapaciado[8] , opone a Su Santidad el Papa romano (el Muxorro) con Sa Béatitude de la Iglesia Oriental, el Desgrapaciado de la Ortodoxia.

Durante el episodio seguimos el largo viaje hacia el mar, entre las azules Simplégades, de un Argos en miniatura, derivando engañosamente por el Liffey. Casi cinco horas antes, Mr. Bloom recibía un “desperdicio”[9] Elías está llegando, que arrojó entre las gaviotas revoloteando sobre el río. “Elías treinta y dos pies por seg está lleg. Ni un pedacito. El bollo de papel bailoteó ignorado en la estela de las olas, flotó debajo del puente entre los pilares.” La cuarta sección de este episodio termina; “Un esquife ligero, un desperdicio hecho un bollo, Elías está llegando, bajaba por el Liffey, pasaba bajo el puente Loopline, sorteando los remolinos que formaba el agua al romper contra los pilotes, navegando hacia el este dejando atrás cascos de naves y cadenas de anclas, entre el viejo muelle de la Aduana y el muelle de George.” En la duodécima sección (la hora de Mr. Kernan): “North Wall y el muelle de Sir John Rogerson, cascos de buques y cadenas de anclas, navegando hacia el oeste, navegaba un esquife, un prospecto arrugado, mecido por las ondas del ferry, Elías está llegando”.  Finalmente, en el cierre de la sección dieciséis, tenemos las últimas noticias de esta nave con rumbo este. “Elías, esquife, ligero prospecto arrugado, navegaba hacia el este flanqueando barcos y remolcadores, entre un archipiélago de corchos, más allá de New Wapping Street, dejando atrás el ferry de Benson y bordeando la goleta de tres mástiles Rosevean procedente de Bridgwater con una carga de ladrillos.”


[1] NdT: diciendo “¿Y qué estrella es esa de allá, Poldy?

[2] Las palabras principes persecuti sunt me gratis simbolizan aquí el rol del padre Conmee en este capítulo; como se mostrará más tarde; está enfrentado con el contratema del episodio, el Virrey, como la Iglesia católica irlandesa contra el gobierno británico, Cristo contra César. 

[3] Recuerdo de un pasaje en Proteo, página 52 (“Descende, calve, ut ne nimium decalveris”).

[4] NdT: esto lo anuncia John Wyse Nolan, en la página 254.

[5] El aire femenino del nombre “Geraldine” es otra falsa clave. Los Geraldine eran los descendientes de la familia Fitzgerald, famosa en la historia de Irlanda.

[6] NdT: Honorable Gerald Ward, un oficial de guardia.

[7] NdT: Thomas Arnold fue un rector de Rugby School y el que inició la práctica del deporte en las escuelas.

[8] NdT: Finnegans Wake, página 152.

[9] NdT: por “throwaway”; “Desperdicio” -un folleto (“Throwaway” era el nombre del caballo que ganó la Gold Cup).

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